La portada de “Las malas” contiene una foto rescatada por el archivo de la memoria trans

A solas con la autora de "Las malas": “Es una novela hecha por una escritora, no por una prostituta”

LA PLATA, 11-05-2019 | PUBLICADO POR REDACCIÓN

Camila Sosa Villada empezó a travestirse en la adolescencia mientras se convertía en una lectora voraz. Ahora actúa, canta y escribe. En esta entrevista dice que hablar sólo de las travestis y la prostitución las mantiene en la marginalidad y silencia su producción cultural.
Por Gisele Sousa Dias


Arrasó en teatro con un unipersonal, cantó en bares, fue protagonista de películas y acaba de publicar una novela de esas que, si entran al cuerpo se quedan. Pero Camila Sosa Villada no se define como actriz ni como cantante ni como escritora.

"También fui prostituta, también hice ropa para afuera, también limpié casas por hora, también trabajé como heladera, también fui vendedora ambulante. No ando buscando definirme en nada, ni siquiera ser travesti es una gran identidad que pueda llegar a contenerme", dice.

Tiene 37 años, es cordobesa y en marzo publicó Las malas (Tusquets, editado por Juan Forn). Sin embargo, la relación entre Camila y los libros empezó cuando tenía 5, 6 años con la primera lectura de su vida: la Biblia para niños. Durante la primaria, algunas maestras la alimentaron con libros de poesía de Federico García Lorca . En la secundaria, ya era una lectora voraz.

Fue en esa época, a los 14 o 15 años, que empezó a travestirse para salir de noche. Después, cuando ya estudiaba Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba, vino la prostitución.


—¿Empezaste a escribir de noche, cuando volvías del parque donde estaban las otras travestis?

—No, escribía desde siempre. Lo que me pasaba con la noche y el parque Sarmiento, en Córdoba, es que me daban mucho material. En 2004 más o menos yo tenía un blog que se llamaba "La novia de Sandro" donde escribía de todo, no sólo cosas referidas a la prostitución. Pero cuando empecé a hacerme conocida con "Carnes tolendas" (el unipersonal que estrenó en 2009) borré todo porque me daba vergüenza que se supiera que había sido prostituta, o que lo supieran mi mamá y mi papá, por ejemplo.

—¿Y te sigue dando vergüenza?

—Ahora no, por supuesto. De todas maneras, no me parece relevante la prostitución, me parece que es seguir hablando de una cosa que es del pasado y que se me pega para no dejarme hablar de otras cosas como la literatura, el teatro, como lo que pienso de esta sociedad. Seguir con esto de que las travestis sólo estamos siendo prostituidas es seguir hablando del pasado para mantenernos allá lejos repitiendo 'mirá, pobrecitas las travestis, se están prostituyendo en la esquina'. Tienen terror de que podamos cruzar esa frontera y demostrar que podemos hacer otras cosas.

En Las malas, escribió Forn en el prólogo, conviven "las dos facetas del mundo trans que más repelen y aterran a la buena sociedad: la furia travesti y la fiesta de ser travesti". Hay muertes jóvenes, hay travestis dañinas, heorínas con manchas y hay drama pero hay también una red de amor y protección entre las travestis del parque que resignifican la soledad.

—¿Hubo una intención de visibilizar lo que les pasa a las travestis?

—No, no lo escribí para visibilizar nada ni para militar absolutamente nada. Hay como una necesidad permanente de tener un diálogo necrológico respecto del colectivo trans y lo que eso hace es mantenernos confinadas en esa marginalidad. Digo, ¿vos sabés que hay una travesti que es soprano? ¿Vos sabés que hay travestis filósofas? Bueno, yo escribí una novela, lo más legítimo que puedo hacer es defender eso como una escritura hecha por una escritora, no por una prostituta. Yo prefiero la persecución de un policía, que con dinero o con un pete lo arreglás, a esta persecución constante que hay sobre nosotras para que sigamos siendo esas que fuimos. Es cierto que estamos metidas en un genocidio y que hacen falta políticas de Estado para que no nos maten pero no podemos salir porque hasta con el discurso nos dejan ahí. Las travestis estamos haciendo algo en la sociedad y por eso es importante sacarnos del discurso sólo de la prostitución.

— ¿Qué es lo que no estamos contando sobre las vidas de las travestis?

—Así como puede sonar terrible la prostitución, sobre todo para el colectivo trans que no tiene oportunidad de elegir otra manera de existir más que a través de ese comercio, también suceden cosas maravillosas. Nosotras estábamos viviendo nuestros cuerpos sin discreción, haciendo un feminismo torpe y ciego, sin respaldo teórico, diciendo "ésta es mi vida, éste es mi cuerpo y yo lo quiero vivir así", aunque eso signifique morir, que me peguen los clientes. ¿Cuántas personas conocés que llegan hasta ese punto por algo que consideran legítimo de sus vidas? Fijate cómo habrá sido de importante para nosotras que con todas esas amenazas igual vivimos. Por eso creo que hemos sido las travestis las que hemos hecho hondo al movimiento feminista.

Dice Camila que tuvo suerte. Que ella no buscó salir de la prostitución sino que las cosas se sucedieron. Después de Carnes Tolendas, retrato escénico de un travesti (la obra en la que que cruzó distintos personajes de Lorca con su vida) vino Mía, la película que protagonizó acompañada por Maite Lanata y Rodrigo de la Serna (ella hace de una cartonera que empieza a maternar a una niña que perdió a su mamá).

Después vino La viuda de Rafael, una miniserie que salió por Canal 7. Con el crecimiento como artista y ahora, mientras se prepara para presentar su novela en la Feria del Libro y para dar a conocer su próximo libro (Tesis sobre la domesticación, el cuarto), se derrumbó el pronóstico que su papá le había hecho cuando empezó a travestirse: "Un día van a venir a golpear esa puerta para avisarme que te encontraron muerta, tirada en una zanja". Camila habla de sus padres y, por primera vez en la entrevista, se emociona.


— Había pobreza en tu familia pero estaban los libros…

— En mi casa no teníamos grandes lujos pero mis padres, para mi cumpleaños, para navidad, para reyes magos me regalaban libros. Mis abuelos no sabían leer ni escribir, entonces que alguien de la familia tuviera ese deseo creo que les producía un profundo orgullo. Es el orgullo de la pobreza, de alguien que puede asir un conocimiento y quedárselo.

— ¿Cómo es tu relación con tus padres hoy? ¿Entendieron?

—Creo que no es lo mismo entender que aceptar. Ellos habían aprendido a odiar a su hija, era lo que les habían enseñado: a odiar profundamente a una hija que era muy distinta. Y no solo por el travestismo, era distinta porque escribía, porque a los 15 años empecé a leer sobre comunismo y eso les parecía terrible. Creo que las travestis somos el resultado de muchas generaciones que vienen trabajando para que nazca una travesti en una familia. Y creo que yo fui el resultado de ese derrotero, de las expectativas que tenían las mujeres de mi familia, de la necesidad de vengarse de todo un sistema que las había lastimado profundamente. Y creo que en mi familia, que ha sido siempre gente que dejaba sus vidas, sus hijos, su salud, su descanso y sus ganas de ser alegres en pos de un patrón que los explotaba, era necesario que apareciera una persona como yo y dijera "todo esto está mal, hagamos otra cosa". Por eso creo que el nacimiento de una travesti dentro de un círculo familiar sucede porque lo necesitan, más allá de que después no puedan lidiar con eso.

— Decías que cuando sólo hablamos de las travestis y la prostitución silenciamos su producción cultural. ¿Qué más queda en silencio?

—Creo que tenemos que hablar del amor, porque una de las peores exclusiones que vivimos como colectivo es la de mantenernos apartadas de las redes de afecto de la sociedad. (Néstor) Perlongher (poeta y activista) decía: "No queremos que nos persigan, ni que nos aprendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen". Y eso me parece brutal, brutal, brutal. Bueno, creo que es importante visibilizar las historias de amor de las travestis, las sentimentales, las eróticas, porque eso va a descubrir cómo es nuestro cuerpo frente a la ignorancia de muchos. Yo, en la prostitución, nunca sentí la terrible incomodidad y ganas de desaparecer que sentí con muchos hombres de los que me he enamorado cuando dejé la prostitución. Hombres que no sabían cómo tocar, cómo besar, que no pensaban que yo tenía una sensibilidad, que necesitaba ser acariciada, besada. Como si incluso en el amor nosotras no tuviéramos sensibilidad y solo fuéramos un objeto de cambio. (infobae)