La literatura, el cine y la música

Beethoven, Mercedes Sosa, Lorca o Verne, todos le escribieron su amor a La Luna

LA PLATA, 17-07-2019 | PUBLICADO POR REDACCIÓN

El satélite terrestre ha sido protagonista de la música, de los libros y de las películas desde el inicio mismo de cada una de esas disciplinas. Un recorrido por los hitos antes y después del primer alunizaje. 


La Luna mujer. La Luna misterio. La Luna de un futuro científico. La Luna como posibilidad de un mas allá. El satélite terrestre ha sido protagonista de historias literarias desde tiempos más antiguos que los antiguos: los escribas babilónicos ya la mencionaban 4.000 años antes de Cristo. “Incluso cada idioma y la forma en la que utiliza su presencia es reveladora”, dice la académica francesa Lucie Kaennel. Y el castellano tiene un repertorio al respecto: “Estar en la Luna” es andar distraído y poco concentrado en lo importante. “Bajar la Luna” es un anhelo desmesurado, una demostración de absoluta entrega, tanto de quien lo pide como de quien se lo propone. Y “quedarse en la Luna de Valencia” refiere a un hecho histórico: la ciudad de Valencia estaba amurallada y varias puertas –que permitían ingresar a la ciudadela– eran cerradas por las noches para abrirse de nuevo cada mañana. Por eso, quienes llegaban tarde no tenían más remedio que pasar la noche a la intemperie, justamente, bajo la Luna de Valencia.


La literatura

Si la mitología se nutrió de aquella esfera iluminada para crear dioses y diosas, la literatura no se quedó atrás. Apenas cien años después de la muerte de Cristo, “el retórico y satírico sirio Lucien de Samosate (120-180 d.C.) describió un viaje a la Luna tan imaginativo como extravagante”, recupera la teóloga Kaennel en su investigación La Luna y la literatura. Migajas de Luna recogidas por viajeros imaginarios. Desde entonces, las obras literarias que viajaron a la Luna o que le cantaron su amor o que la exploraron o que la transformaron en personaje se amontonan en los anaqueles de la historia de las letras universales.

Una lista que renuncia desde el inicio a la totalidad y a la exhaustividad debería anotar el Somnium de Johannes Kepler, publicado cuando comenzaba el siglo XVII, y que narra el viaje a la Luna de un muchacho y su madre con lo que podría haber inaugurado el género de la ciencia ficción. Luego, Cyrano de Bergerac también narra en Viaje a la Luna las diferencias entre los humanos con los selenitas. Un infaltable, claro, es Julio Verne con sus libros Alrededor de la Luna y De la Tierra a la Luna, publicadas hace casi 150 años. Y a ese deben sumarse en 1844 La aventura sensacional de un tal Hans Pfaall de Edgar Allan Poe, que cuenta cómo el personaje llega a la Luna con un globo, y Un viaje a la Luna de Alejandro Dumas, que en 1860 crea a un guardaparque que aluniza montado en un águila.

Para el siglo pasado, el conocimiento científico del satélite era nutrido pero eso no apagó la imaginación. La teóloga y profesora Lucie Kaennel lo dice así: “Ni la conquista del espacio ni los primeros pasos del hombre en la Luna el 20 de julio de 1969 traen –afortunadamente– ninguna respuesta importante a las preguntas de los lectores: la Luna todavía tiene un futuro de misterios por delante y una eternidad de sueños”. Dicen que Los primeros hombres en la Luna, de H.G. Wells se transformó en la novela que inauguró la modernidad en los viajes lunares. A esa siguieron Las Cosmicómicas de Ítalo Calvino, El Palacio de la Luna de Paul Auster, Orlando furioso de Ludovico Ariosto (un poema épico que cuenta cómo un hombre llega hasta la superficie lunar con la ayuda de un hipogrifo), La tragedia de la Luna de Isaac Asimov...

La Luna ha inspirado o alimentado no poca producción poética. Autores como Jorge Luis Borges, Miguel de Unamuno, Rafael Alberti, Alejandro Casona, Juan Ramón Jiménez, León Felipe, entre muchos otros, le dedicaron versos o poemas completos. De todos modos, más que nadie, Lorca ha cantado a la Luna: la mayor parte de las composiciones de su Romancero Gitano hablan de la muerte, o de juegos o de paisajes personificados por el satélite de la tierra.

E incluso el cómic se animó a soñar lo que aún era imposible. Entre el 30 de marzo de 1950 y el 30 de diciembre de 1953, la historieta Tintín mostró un detallado viaje lunar casi veinte años antes de que la humanidad pisara por primera vez la tierra gris de aquel satélite. Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna se publicaron por entregas y mostraban el alunizaje del X-FLR6, un cohete rojo y blanco, tripulado por los personajes de Hergé.


La música

El claro de Luna es un fenómeno de la astronomía que consiste en el reflejo de la luz solar que un astro aplica sobre otro. En el caso de la tierra, el claro de Luna es la iluminación nocturna que recibe de la Luna que, a su vez, recibe la luz del sol. El mecanismo, además de físico, es profundamente poético. Por eso, no es extraño que la música lo haya evocado varias veces. Dos de las piezas más hermosas y célebres de la historia de la música son los Claro de Luna de Ludwig van Beethoven (Sonata Nº 14 en do sostenido menor, Op. 27, nº 2, del año 1801) y de Claude Debussy (Suite Bergamasque, compuesta en 1905).

Con todo, la Luna protagoniza muchas otras obras musicales, de todos los tiempos y todos los géneros: desde Elvis Presley hasta Mercedes Sosa. Un listado completo desafiaría seriamente la capacidad (dicen que ilimitada, pero...) de este espacio. Entonces, un punteo por lo célebre, imprescindible y “que sepamos todos” debería agrupar: Blue Moon, de Presley (1956); Moon River, interpretada por Audrey Hepburn en la película Desayuno con Diamantes (1961) que luego fue retomado por Frank Sinatra, Judy Garland, Morrisey, The Divine Comedy, Shirley Bassey, Sarah Vaughn, The Killers, Aretha Franklin, The Afghan Whigs, Paul Anka y Louis Armstrong, entre otros.

Sigue la lista: Mister Moonlight de The Beatles (1964), Fly me to the moon, de Frank Sinatra (1964); Child of de Moon, de Rolling Stones (1967); Moondance, de Van Morrison (1970); The Dark side of the moon, de Pink Floyd (1973); Walking on the Moon, de Police (1979); Howling at the Moon, de Ramones (1985); The whole of the Moon, de The Waterboys (1985), Moonlight Drive, de The Doors; Moonflower, de Santana; Mad Man Moon, de Genesis o Man on the Moon, de R.E.M. (1992). Nota al pie merece David Bowie: su Space Oddity, álbum y disco que fue usado por la BBC para musicalizar la retransmisión del primer alunizaje. El cantante británico reincidió con el tema lunar en The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972) y con el tema Moonage Daydream.

En castellano, la Luna también tiene su repertorio: Luna nueva y Lunas Rotas, de la española Rosana; Hijo de la Luna de Mecano; Carlos Vives con su Luna Nueva; Luna lunera de Estopa; El toro y la Luna, de Marisol aunque popularizada por Gipsy Kings; La Luna llena, de Víctor Manuel; La Luna siempre está muy linda, de Víctor Jara; Yo no te pido la Luna, de Fiordaliso y Daniela Romo; Luna y sol de Manu Chao y Toma La Luna de Eros Ramazzotti.

En la Argentina, nada superará a la Luna tucumana de Mercedes Sosa. Aunque se suman Siguiendo la Luna de Los Fabulosos Cadillacs (1992), Luna Roja de Soda Stereo (1992); Luna radiante de Los Auténticos Decadentes (1997), Luna Hermosa de la Bersuit Vergarabat (2007), La Luna y la Cabra de Los Piojos (2000), Luna de Abril de Spinetta y los Socios del Desierto (1997) y Luna de Árbol (1998). Y, como no podía ser de otro modo, el tango aporta sus propias canciones: Luna llena de Roberto Goyeneche (1944), Esta noche de Luna (1943), Tango de la Luna que yira y Luna de arrabal.


El cine

Auguste Marie Louis Nicolas Lumière y su hermano Louis Jean Lumière patentaron el cinematógrafo el 13 de febrero de 1895. Ese mismo año, rodaron su primera película que proyectaron tres días después: La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir (Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir). Apenas siete años después, su compatriota George Mèliés usó la tecnología desarrollada por los Lumière para completar un viaje imaginario a la Luna: en 1902, su película Viaje a la Luna, de apenas 14 minutos, dejó para siempre una imagen que aún hoy permanece: la cara de la Luna recibiendo el impacto de un cohete espacial disparado por una bala de cañón.

Pero no fue el único: antes de que llegara el cine sonoro, otros dos creadores se propusieron viajes hacia la Luna aprovechando la magia de ese nuevo invento. El primer hombre sobre la Luna, adaptación de una novela de H.G. Wells en 1919 y Una mujer en la Luna, que en 1929 y de la mano del director Fritz Lang también puso a una mujer en la superficie lunar.

Desde entonces, el cine se ha dedicado a poner cuerpo y sonido a decenas de viajes más o menos imaginarios, hasta 1969, y luego del primer alunizaje, a otros más o menos históricos. Entre los primeros, Con destino a la Luna (1950) de Irving Pichel –que ganó el Óscar a los mejores efectos especiales–, Invasión a la Luna (1958) de Richard E. Cunha, Moon (2009) de Duncan Jones. Entre las más apegadas a los hechos, Apolo 13 (1995) de Ron Howard, con la célebre llamada de auxilio de Tom Hanks: "Houston, tenemos un problema", y Elegidos para la gloria (1983) de Philip Kaufman, sobre los inicios de la carrera espacial.

Las mujeres gato de la Luna (1953) dirigida por Arthur Hilton, la italiana Totó en la Luna (1958) dirigida por Steno, Invasión a la Luna (1958) producida por Marc Frederic y dirigida por Richard E. Cunha, y un trío para todos los gustos: 12 to the moon, con extraterrestres peligrosos; Man in the moon, una comedia; y una película erótica titulada Nude on the moon. Así, para cuando el pie de Armstrong se posó sobre el polvo gris de la Luna, se estrenaba 2001, una odisea en el espacio de Stanley Kubrick y Luna cero dos de Roy Ward Baker.

La llegada del hombre a la Luna no desalentó la fantasía, pero sí la trasladó a otros planetas. Mientras Marte parece imponerse en los intereses, el astro plateado sigue brillando y alimentando nuevos sueños. (clarín)